La brigada de cabras que frena voraces incendios forestales en Chile

La bióloga Rocío Cruces y su esposo, el ingeniero forestal Víctor Faúndez, creadores de ‘Buena Cabra’, desarrollan un collar inteligente para avanzar en el pastoreo estratégico que previene fuegos en la región de Biobío.

CONCEPCIÓN – En Santa Juana, un municipio con unos 13 mil habitantes en la región de Biobío, a unos 550 kilómetros de Santiago, un rebaño de 250 cabras es conocida como la “brigada caprina” por desplegarse durante todo el año para prevenir incendios forestales en varias localidades. Sus propietarios, el matrimonio de la bióloga Rocío Cruces (Curanilahue, 44 años) y el ingeniero forestal Víctor Faúndez (Curanilahue, 47 años), dicen que una de sus tantas funciones está en dejar terrenos libres de vegetación herbácea y arbustiva altamente inflamable.

Lo consiguen comiendo mientras son guiados por el equipo de Buena Cabra, un proyecto impulsado por Cruces, Faúndez y otras dos personas desde 2016, que en un principio tenía como propósito la conservación de un bosque nativo a través del ecoturismo, pero que, al poco andar, se transformó en una alternativa para frenar los fuegos. La constatación de que la iniciativa es efectiva sucedió el mediodía del 3 de febrero de 2023, el verano en que Chile registró los incendios más mortíferos en una década.

Rocío Cruces sostiene una cría de cabra en Santa Juana, Chile.

“Fue una prueba de fuego, literalmente”, recuerda Cruces que, junto con su esposo, presenció cómo se detuvo el infierno frente a su predio: “Quedamos impactados porque, primero, no evacuamos ese día, sino que nos quedamos en el parque, en una zona de seguridad que acondicionamos, con cortafuegos naturales gracias al pastoreo estratégico. La comunidad que estaba a nuestro alrededor, unas 30 familias, se salvaguardaron igual. Ahí dijimos: ‘No podemos ser solo el caso de éxito y abrazarnos mientras el resto de los vecinos, el 60% del territorio de la comuna de Santa Juana, fue quemada’”.

La pareja tenía sentimientos encontrados, que iban desde la fascinación por el logro hasta el lamento por las seis personas que murieron en el sector. “Sentimos sobre nosotros como una mochila, una responsabilidad, y ahí empezamos a golpear todas las puertas para expandir nuestra iniciativa a otros lugares. Conseguimos financiamiento de Corfo y así logramos instalarnos como una oferta frente a la forma tradicional de hacer cortafuegos”, dice la bióloga.

Pero la idea de llevar a las cabras para prevenir estas tragedias nació en otro verano, en el de 2017, y con otro incendio que dejó a más de una veintena de fallecidos y decenas de miles de hectáreas destruidas en las regiones de Ñuble, La Araucanía y Biobío. Una de las localidades afectadas también fue Santa Juana. “Nos vimos amenazados por el incendio que se dio a kilómetros de nosotros, pero que no llegó a nuestro predio. Eso nos generó incertidumbre porque vimos cuán vulnerables éramos, así que nos pusimos a investigar qué podíamos hacer para enfrentar este riesgo”, explica Cruces.

Lo que encontraron fue que, en países como España, Portugal, Canadá y Estados Unidos, había poblaciones que raramente sufrían los estragos del fuego porque practicaban el pastoreo estratégico, que al mismo tiempo tiene sus bases la ganadería regenerativa. Sin embargo, en Chile no había casi proyectos parecidos o, al menos, los existentes en esa época eran muy insipientes. Fue así, convencidos de la experiencia extranjera y de la escasa bibliografía hasta entonces, que adquirieron las primeras 16 cabras para criarlas, guiarlas, e implementar toda una planificación de pastoreo.

Collares inteligentes

A diferencia de otros herbívoros de granjas más selectivos, las cabras comen zarzas, espinos, entre otras plantaciones altamente propagadoras de fuego. No se trata solo de disminuir la carga vegetal en el suelo sin uso de herbicidas, sino de aplicar distintas técnicas para formar un territorio que pueda enfrentar un incendio y que produzca suelos nutridos.

En Buena Cabra también hicieron modificaciones dentro del predio, llamado parque Bosques de Chacay, como reducción de la carga vegetal para que esto funcionara en tierras sudamericanas. “No es llegar y dejar a las cabras a su suerte. La clave es que se trata de una metodología de trabajo, donde se va dividiendo el terreno para controlar. Es decir, se generan cuadrantes, adonde las cabras van entrando por un tiempo determinado, pero también hacemos rotaciones adecuadas y zonas de exclusión para la protección de elementos como árboles nativos”.

Para ello se valen de rejas móviles –manipuladas por personas–, y actualmente están desarrollando con colaboración de científicos de la Universidad de Concepción y de CityLab Biobío, específicamente con apoyo de científicos en Taipéi y Andorra, un collar inteligente capaz de rastrear con tecnología satelital los movimientos de las cabras.

Los resultados preliminares de esta última innovación quieren presentarlos en octubre, en el MIT (las siglas, en español, significan Instituto Tecnológico de Massachusetts) City Science Summit “Cities in Transition” que este año reunirá en Concepción a unos 150 investigadores de todo el mundo. “Es un proyecto escalable a otras regiones. Las cabras no solo ayudan a limpiar el terreno, sino a recuperar territorios o hacer regeneración orgánica, fertilizan terrenos. El agregado es poder tener collares con GPS, hacer seguimiento de las zonas que van visitando las cabras durante las jornadas. Eso les sirve también para recolectar información sobre el comportamiento de las cabras, si están en manadas o no”, dice el ingeniero civil en telecomunicaciones Diego Ramírez, quien es encargado de Ciencia de Datos dentro de CityLab Biobío.

Los collares inteligentes recopilan información mediante sensores que luego se envían de a los sistemas de recolección de datos, lo que permite conocer su posición por medio de GPS y, en un futuro, medir parámetros fisiológicos del animal a través de sensores.

Además de promover esta innovación, servicios de cortafuegos y una ganadería regenerativa, en el parque Bosque de Chancay hacen turismo caprino. Los visitantes pueden ingresar con bicicletas –lo que generan senderos de agua y, por ende, mayor humedad– y compartir con los animales. “Ellas son muy inteligentes y dóciles”, dice Cruces, que sostiene una pequeña cabra sobre sus brazos mientras concede esta entrevista.

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